Aprender a querer menos


A raíz de la entrada anterior, quería hacer hincapié en que el minimalismo no va de no gastar y mucho menos de no consumir. Hay que diferenciar entre el consumo y el consumismo y encontrar esas diferencias en el punto de partida de cada persona.

No es lo mismo no comprar una bici con la que pueda ir al trabajo o salir a dar una vuelta los fines de semana si así lo queremos con tener dos bicicletas, una de montaña y una de carretera por el gusto de tenerlas, porque ambos sabemos que, con el paso del tiempo, las dos acabarán en el trastero cogiendo polvo y perdiendo valor. No es lo mismo tener un smartphone, hoy día prácticamente indispensable para casi cualquier cosa, con tener el último modelo de iPhone aún cuando el que teníamos funcionaba perfectamente. Y con todo y con eso, repito, nos podemos dar algún capricho de vez en cuando.

Ha llegado a mis manos esta mañana este artículo de Casa Cambiante, el blog de Nela Salazar, una chica costarricense experta en hábitos minimalistas y economía doméstica. La verdad es que no tiene desperdicio, os invito a leerlo y a marcarlo en favoritos para poder acceder a él cuando lo necesitemos. Va a mi lista de blogs. Nos habla de cómo gastar menos, pero desde nuestro punto de partida personal, queriendo menos.

Nunca me he considerado minimalista, pero últimamente estoy aprendiendo a vivir con muchas menos cosas. Estoy aprendiendo a ser más crítico con todas aquellas cosas con las que nos bombardean a diario allá donde pongamos la mirada y a preguntarme el porqué quieren que les compre tal o cual cosa, qué beneficio sacan de mí y que beneficio saco yo de la compra. Y en un porcentaje altísimo no compensa.

Tengo una clienta que cada dos o tres meses viene a mi trabajo a adquirir un nuevo producto que normalmente una persona cambia cada dos años y medio o cada tres. Somos su fetiche, una especie de adicción al producto que tenemos y que la hace feliz, al menos hasta su nueva compra y vuelta a empezar. Creo que no se trata de no comprar o de hacer grandes gestos anticonsumismo, si no de reflexionar lo que obtenemos de cada compra que hacemos y ser conscientes de como nos suscribimos a ese producto y muchas veces a lo que viene detrás con él, como por ejemplo una impresora y los cartuchos de tinta o un coche y las revisiones. De entender el porqué lo queremos y de preguntarnos si realmente lo necesitamos, y, si nos ponemos en plan quisquillosos, si nos va a merecer gastarnos ese dinero que teníamos ahorrado en la nueva compra en vez de tenerlo ahí para otra necesidad o invertirlo en algo mucho más productivo.

Esta semana te propongo nos fijemos en todos los productos a los que estamos suscritos sin haberlo planificado. A buscar una alternativa si la hay, y si no la hay a limitar su uso al mínimo o eliminarlo y os agradezco si decidís compartir la experiencia en los comentarios y el cómo os sentís después. Puede ser un buen punto de partida para reducir ese gasto que no teníamos previsto cuando hicimos una compra y así lograr reeducar nuestros consumos.

Créditos de la foto: www.freepik.es

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