La paradoja de San Valentín


Si hay una fiesta para celebrar el amor o la admiración que le tenemos a nuestra pareja, ese es el 14 de febrero, día de los enamorados, San Valentín. Y sabemos que es así porque desde el colegio, cuando éramos pequeños, nos lo enseñaban, escribíamos nuestras primeras cartas de amor y vivíamos este día con cierta ilusión y mucha inocencia. Ahora que somos algo más mayores, el carácter de la celebración ha ido cambiando poco a poco.

San Valentín es una oportunidad para demostrarle a nuestra pareja lo mucho que le queremos y apreciamos y tiene delito que a veces se nos olvide recordárselo en nuestro día a día. Es una de las razones por las que no estoy en contra de celebrarlo. Y las pongo en cursiva porque aún sabiendo que es necesario hacerlo, no debería nunca de ser así y a la vez debería de ser siempre así. La paradoja del amor. Y la paradoja eterna en un día como el que tratamos hoy.

Hay otras muchas razones por las que sí estoy en contra de celebrar San Valentín, al menos como lo celebra gran parte de la sociedad actual. En la empresa en la que trabajo, justo después de dar el pistoletazo de salida a las rebajas, nos pusimos con la campaña de San Valentín, así que sí, ya vas tarde. Somos parte de una campaña y mi empresa no es la única, sólo tenemos que fijarnos un poco más en los anuncios que se proyectan estos días, desde las típicas colonias hasta escapadas románticas para dos. Pero el producto no es el perfume o el viaje, el producto somos nosotros y lo seguiremos siendo campaña tras campaña. Marketing de lo más sencillo para una celebración que ya está bastante arraigada.

Este año y en mi caso, con la búsqueda del piso nuevo, los preparativos y la mudanza, San Valentín se nos ha presentado entre cajas y productos de limpieza. Entre viajes, idas y venidas hemos tenido menos tiempo para dedicarlo a nuestra pareja, y como el cambio de piso también conlleva gastos pues se puede decir que estamos ante un día de los enamorados minimalista, por creencia y por obligación, así que es más fácil no ceder a la trampa del comprar para regalar.

Hay un espigón cerquita de Barcelona donde solía ir con mi pareja cuando nos estábamos conociendo, nos dábamos un paseo y caminábamos hasta allí, luego nos sentábamos en unas piedras que nos hacían de asiento y nos pasábamos la tarde hablando. Ese es mi plan para este San Valentín, no habrá regalo físico ni cena de celebración en restaurante. Nos regalaré el tiempo para el otro que hemos echado en falta estos últimos días y le recordaré, con cierta ilusión y mucha inocencia, que es mi plan para todos los días que están por venir. Y no necesito más.

¿Y tú? ¿Ya tienes tu plan para este San Valentín? Si es así me gustaría que dejaras un comentario a continuación con tu plan y lo que significa e implica este día para ti.

Créditos de la foto: www.freepik.es

Comentarios